
Lo cierto es que los abuelos son abuelos y no padres. Ellos hacen todo lo posible por ayudar a sus hijos y, a veces, se encuentran con la crítica despiadada que cuestiona no sólo sus aptitudes de abuelos, sino también las de padres: "A mí no me habrías permitido lo que le permites a tu nieto, le consientes todo". Pues claro, para eso estás tú. Para, ahora ser padre y, después, abuelo. El padre debe educar el límite; el abuelo, aunque creamos que lo transgrede, no lo hace, simplemente lo evalúa con la experiencia que le dan los años y actúa en consecuencia.
Los años enseñan a las personas a manejar sus emociones y a percibir más los aspectos positivos de los conflictos que los negativos. No olvidemos que, hasta hace pocos siglos, los que nos enseñaban eran los mayores y no las escuelas. Algunas culturas parece que lo han olvidado y, al final, se va a lograr que, algo tan maravilloso para un abuelo como es su nieto, llegue a ser rechazado.
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